La mayoría de nosotros ocultamos nuestras heridas, nuestros momentos dolorosos.
Nadie se siente orgullo de haber fracasado o de haber metido la pata en algo. Casi nadie muestra en redes sociales sus fracasos, decepciones o frustraciones.
Las personas van por la vida arrastrando heridas y sinsabores que nunca terminan de sanar. En general eso sucede porque ocultamos el dolor y la angustia.
No será hasta que decidas mostrar tus “heridas” con la gente correcta para empezar a sanar.
Ocultar el dolor no es propicio para vivir en libertad. Ocultar el dolor solo lo atrinchera a nuestras emociones.
He aprendido en la vida que los fracasos son parte del viaje de la vida. No son el destino final de nadie.
Un fracaso no te define. Un fracaso no es tu identidad.
Hay personas que no hablan de sus heridas porque les trae recuerdos muy dolorosos.
Mostrar las heridas no significa ventilarlas y mostrarlas a todo el mundo.
Pero el principio es: habla de tus dolores, solo hablando es cuando las personas empiezan a sanar. Evitar el dolor no lo sana. Ocultar el dolor no lo evita.
No hay manera de sanar lo que no se expresa en palabras.
No vale la pena arrastrar dolores o angustias por cosas que sucedieron y no vivir para concretar todos nuestros sueños.
Muchas personas ocultan sus heridas tratando de mostrar logros y éxitos. Esto sucede mucho en el ámbito del “espectáculo” y la “política”.
Ya que hay tanta exposición y es necesario mostrar logros muchos líderes e influencers viven de esa manera y se autoengañan. Muestran logros en sus redes, pero viven llenos de miedos, inseguridades y fantasmas que no les dejan vivir con tranquilidad. Porque, entre otras cosas, llevan heridas sin sanar. Buscan en el aplauso y la aprobación externa lo que no se resuelve internamente.
Y todo lo que no sana en el interior trataremos de recubrirlo con parches externos. Curitas superficiales que no “llenan” y que sirven para muy poco.
Hace unos años me di cuenta de que vivía con mucha ansiedad, pero no de una ansiedad natural o normal por las cosas que vivimos sino una que, sin darme cuenta, perjudicaba la forma en la que vivía. Tanto que en algún momento tuve que hablar y consultar con profesionales de la salud mental sobre el tema.
Gracias a ese proceso aprendí un sinfín de cosas. Ese trayecto no solo me permitió sanar, sino aprender muchas cosas.
Tuve que enfrentarme a esa realidad. Y hablando con el psicólogo, hace un tiempo, él me explicaba que muchas de las cosas que vivimos, si no las procesamos correctamente, pueden afectar nuestra vida, nuestra productividad y no nos permiten ser funcionales en la vida. Aprendí que si no muestro “mis heridas” a la gente correcta podría no sanar y que eso afecte mi vida para mal.
Al principio no parece una buena idea, pero mostrar las heridas no te hace menos, no te roba autoridad, no te hace peor o mejor persona. Simplemente es un viaje que nos permite saber que solo sanamos cuando exteriorizamos el dolor y todo.
Jesús no tuvo problema en mostrar sus heridas a sus amigos y mucho menos en pedirles ayuda cuando se sentía morir. La historia cuenta que cuando Jesús resucitó se presentó a sus amigos, uno de ellos no creía que él estaba vivo y tuvo que mostrarle sus heridas a tal punto que le pidió que con sus dedos compruebe que tenía heridas. Compartió las cicatrices con sus amigos.
Mostrar las heridas nos hace creíbles, simplemente porque nos mostramos humanos, como realmente somos, con virtudes y defectos. Somos seres humanos, nadie es perfecto.
Por lo tanto la pregunta que surge a continuación es: ¿tienes amigos con los cuales compartir tus heridas? ¿Tienes personas que puedan ver las cicatrices que te dejó el camino?
Si no los tenemos es momento de buscarlos. Un círculo de personas que no te va a juzgar por tus heridas ni te van a señalar por tu pasado. Si no que te acompañarán en el proceso. Jesús nunca se mostró como un líder perfecto, su costado humano lo hizo más creíble que sus más grandes milagros.
Uno puede salir adelante de muchas maneras, pero nunca se sale si tapamos u ocultamos el dolor. Espero que sepas reconocer a esos “amigos” que pueden ayudarte y a los cuales puedas mostrarle tus heridas y continuar el viaje.
Luego de mostrar las heridas nos vamos a dar cuenta de que podíamos resucitar, ver milagros y continuar el camino.