En Argentina estamos en tiempos de campañas políticas y, como saben, los canales tradicionales de comunicación se inundan de Spots y contenidos con intenciones de persuasión electoralista.
Me gusta analizar los discursos de los candidatos (vivo de la comunicación) y de aquellos que merodean la arena política en favor de uno u otro espacio político.
Cuando escucho a muchos de ellos me doy cuenta de los disfraces y los ropajes que utilizan estos para vender su discurso e intentar persuadir al elector. Muchos de ellos se han vuelto “Hábiles encantadores de serpientes”.
Realmente es muy difícil escuchar su “esencia”, no podemos ver su alma, porque hay un gran número de factores que explican porque muchos hombres de la política en campaña trasvisten su discurso, su alma, y mienten a mansalva, sin pudor.
La mentira, la exageración, la construcción del enemigo, la promesa fácil, y tantos otros conceptos maquillados que, en ocasiones, ocultan las verdaderas intenciones de muchos de los candidatos.
La práctica del encantamiento de serpientes es milenaria. Un hábil encantador se predisponía a mostrarle a determinado gentío sus capacidades para someter e hipnotizar a una serpiente con un instrumento musical, se hacía de aquello un espectáculo. La gente creía en los “poderes” del encantador. En realidad, se sabe que siempre fueron trucos, fingidos y falaces, se sabe que ese hombre no tenía poder alguno para prestidigitar los movimientos del réptil y que solo usaba sus artimañas para hacerle creer a la gente que observaba embelezada las supuestas habilidades del impostor para hipnotizar.
Es más, había ocasiones en las que la serpiente mordía o atacaba al encantador y hasta podía causarle la muerte su sola mordida. El impostor pensaba que jugar con la serpiente era gratuito y no.
Hay muchos políticos que usan sus habilidades para “encantar”, es decir, hacerle creer a la gente cosas que nunca van a ser reales.
Entonces el político mediocre, no todos, cuando se le pone en frente un micrófono y una cámara, se camufla, se viste de encantador y se predispone a “encantar” al oyente. Empieza a hilvanar melodías y sonidos dulces a los oídos.
Utiliza diferentes recursos para persuadir, usa trucos, artimañas y tácticas comunicacionales basadas, en gran parte, en la mentira, para mostrar “empatía”, “conciencia social”, “carisma” y “humildad”.
Es decir, se vuelve un mentiroso compulsivo. El punto es que estamos tan acostumbrados a que esto suceda que parece que ya lo vemos como algo normal pero no lo es. Es necesario desenmascararlo y tomar conciencia de ello porque la nueva generación de dirigentes tiene que saber que es necesario erradicar estas prácticas de nuestra vida social y política.
Pero al político mediocre le gusta pensar que puede encantar serpientes y se autoengaña. Piensa que puede seducir fácilmente, en sus adentros considera que aquello no está tan mal porque es “es la política”. Pero entonces empieza a vivir en el mundo del “cinismo”. Porque ya le da lo mismo mentir que decir la verdad, le da lo mismo dar un dato verídico que otro falso, le da lo mismo calumniar con tal de rebajar a su enemigo y pisotearlo, le da lo mismo mentir descaradamente con tal de “quedar bien” ante la gente.
Toda esta parafernalia política y la cultura que lo rodea, es decir, los usos y costumbres de las mismas están tan amañados, viciados y corrompidos que nos cuesta verlos con claridad. Esos diestros encantadores, además, se los encuentra en diversos ámbitos, empresariales, religiosos y sociales, abundan.
Sin embargo, si, se le puede contar a las transeúntes que se acercan a ver curiosos al encantador que solo está usando trucos falaces, que gran parte de lo que hace es un simple acting y que el impostor solo quiere la mirada de la gente, y, fundamentalmente, llenar su arca de mucho dinero, además de que lo voten, claro. El encantador de serpientes pierde poder cuando aquellos que lo miran embelesados empiezan a darse cuenta que todo eso se trata de un show y que la serpiente jamás fue sometida por el impostor.
La cultura política de la nueva Argentina tiene que empezar a liberarse de todas estas prácticas de “encantamiento” a las que nos tienen acostumbrados muchos gobernantes. Porque descubierto el truco se termina la fantasía. Y terminada la fantasía, la gente pierde interés en el show.
Los nuevos dirigentes si pueden ser más honestos y transparentes, los nuevos dirigentes si pueden mostrarse tal cual son, sin máscaras y sin disfraces. Los nuevos dirigentes si pueden hablar la verdad sin intentar “encantar” al público. Los nuevos dirigente saben que pueden vender bien sus propuestas sin mentir y usar los artilugios de una cultura decadente que solo arruina la vida civil.
Sueños con esa Argentina, donde los siniestros encantadores de serpientes empiecen a perder poder porque los ciudadanos empiezan a tomar conciencia del ardid.
Bueno mi respuesta es que los encantadores de serpientes están siendo desenmascarados, que se está produciendo un cambio de época, que Dios no está ausente, todo lo contrario, El está respondiendo al clamor de su Iglesia y está obrando. Que los jóvenes han tomado un mayor protagonismo, el comunismo o socialismo que prácticamente es lo mismo, o mejor dicho, “Socialismo del Siglo 21”, creía o cree que tenía o tiene cautiva a la juventud, pero no. No los tiene cautivos. Los jóvenes están militando por valores y principios que la Agenda 2030 combate. Yo estoy sumamente esperanzado que tendremos un tiempo que no será fácil pero veremos cómo se va produciendo un cambio. Ya empezó.